El rincón de Leodegundia

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domingo, noviembre 28, 2010

A veces siento desconfianza



Recibí por correo este mensaje:

UNA BUENA IDEA.
Acaban de anunciar que a partir de mañana se venderán en todas las farmacias de España unas pastillas muy especiales. Tan especiales, que en vez de curar a quien las toma, curará millones de personas ajenas, olvidadas, que no pueden tomar las medicinas que necesitan. Se llaman "Pastillas contra el dolor ajeno".

Os sonará a chino, pero es muy fácil: Médicos Sin Fronteras va a vender estas pastillas a un precio de 1€, para que con la recaudación se pueda tratar a millones de personas que sufren enfermedades olvidadas, como la enfermedad del sueño, el chagas, el sida infantil, el kala azar, la tuberculosis o la malaria. Son enfermedades que a nosotros no nos afectan, pero que en el tercer mundo causan estragos, porque las empresas farmacéuticas venden la medicación a "precio occidental", lo que imposibilita a las personas pobres recibir tratamiento.

Así que por 1€ os venderán seis pastillas (en realidad son caramelos de mentol), con las que ayudaréis a tratar a quienes no pueden pagarse las medicinas. Es un precio muy bajo, nos lo ponen muy fácil, no nos piden que vayamos a África en una caravana solidaria, ni una mensualidad, solo 1€, menos que algunas chucherías, menos que el autobús. Y podemos comprarlas en cualquier farmacia.

Así que tenéis un año, a partir de mañana, para comprar las "Pastillas contra el dolor ajeno".
Para más información:

www.msf.es/pastillascontraeldolorajeno/

Animaos, y además de colaborar vosotros, animad a vuestras familias y amigos

No hay duda de que la idea es buena y no es que desconfíe precisamente de Médicos Sin Fronteras, pero me pasa como tantas veces en que se hacen campañas solicitando ayuda para cualquiera de las tragedias que se producen en el mundo y me pregunto ¿las ayudas llegan a destino?. Esta pregunta se me viene a la cabeza estos días con mucha frecuencia viendo los reportajes de Haití. Como todos recordaréis el 12 de Enero de este año un devastador terremoto se ensañó con Haití y cuando la tierra apenas había dejado de temblar ya se empezaron a solicitar ayudas para la reconstrucción de ese país.

No se cuanto habrán donado otros países, pero la solidaridad del nuestro siempre es enorme cuando se producen tragedias como esta y creo que con Haití se volcó la gente y muchas instituciones, por eso viendo la situación y las condiciones en que diez meses después del terremoto siguen estando los haitianos que insisten en que las ayudas no llegan, yo me pregunto ¿a dónde fueron a parar todas esas ayudas? ¿cómo es que meses después la gente sigue sin tener un refugio seguro?. En los reportajes que emiten las televisiones se puede ver que muchos viven en unas chabolas de lona o plástico que no son ni seguras ni tienen las mínimas condiciones de habitabilidad, y si hablamos del agua da pena ver la que se muestra en esos mismos reportajes porque está llena de basura, al parecer el agua potable es muy escasa.

¿A qué se puede achacar todo esto? ¿a falta de honradez o a una gran desorganización?, honradamente no lo se pero el resultado es el mismo, los damnificados de esta tragedia siguen viviendo prácticamente en unas condiciones tan lamentables como el primer día, agravado además ahora por el cólera.

A pesar de mi desconfianza compré esas “Pastillas contra el dolor ajeno” con el deseo de que mi aportación, aunque pequeña, sirva como dice la caja de las mismas “para colaborar con un proyecto solidario de ayuda a enfermos olvidados”.


domingo, noviembre 21, 2010

El guardián de la puerta


Había en la ciudad un palacio rodeado de un maravilloso jardín que era visitado por todo aquel viajero que por negocios o simplemente en viaje de placer se acercaba a la población. Dicho recinto tenía un vigilante preocupado siempre por mantenerlo todo en orden. Recorría cada camino del parque y cada rincón del palacio en busca de cualquier cosa que no debiera de estar allí, según su criterio, pues consideraba todo el recinto como de su propiedad.

No le agradaba la presencia de visitantes. Pensaba que alborotaban mucho y rompían el silencio y la paz. Aunque no le quedaba más remedio que soportarlos, pues precisamente de ello dependía que él pudiera vivir en lugar tan maravilloso y especial.

Pero había alguien a quien si podía espantar sin miramientos y a quien él le tenía especial manía: los gatos. Aquel jardín era muy atractivo para esos pequeños animales pues siempre encontraban tras quien correr y poder demostrar sus dotes de cazadores. De los sótanos del palacio salían a veces algunos ratoncillos que hacían sus delicias y el jardín rebosaba de pájaros inquietos que no sólo les servían de alimento, también servían de señuelo para adiestrarse en sus ejercicios de caza.

El vigilante sabía todo esto y su mayor empeño era atrapar a aquellos peludos y escurridizos gatos. No tenía ninguna compasión cuando lograba darles caza. Para él, gato cazado era gato muerto.

Un día apareció por el jardín una anciana encorvada y llena de arrugas que caminando lentamente se acercó al vigilante y le preguntó si quería que le echara la buenaventura. Él la miró con cierto desprecio pero como estaba un tanto aburrido aceptó la propuesta. La anciana le pidió su mano y después de pasar lentamente sus dedos sobre ella le dijo con voz suave: “Si sigues matando gatos, acabarás por convertirte en uno de ellos”.

El vigilante separó su mano con rapidez, la tildó de loca y con un gesto brusco le indicó a la anciana que se largara de allí y se dejara de tonterías. La anciana bajó la cabeza y marchó murmurando una letanía de la que el vigilante sólo pudo escuchar las últimas palabras: “Será antes de lo que imaginas”.

Aquella misma noche el vigilante sintió un fuete dolor en el pecho y cayó desplomado al suelo. Cuando los vecinos fueron a socorrerle vieron que ya nada podían hacer por él, estaba muerto.

Su cuerpo yacía inerte, pero la energía que emanaba su espíritu voló alto, tan alto que llegó al lugar en donde reposan los espíritus. Una vez allí, una voz poderosa le negó la entrada al tiempo que le recriminaba su actitud huraña con los humanos y la manera en que había desplazado sus frustraciones haciéndoselas pagar a los gatos. Había matado cuantos pudo; y a los que no mató, les hizo la vida imposible. Así que tendría que volver a la tierra y purgar su culpa. Pero no lo haría con cuerpo de hombre, volvería con cuerpo de gato.

Cuando se enteró le dio un buen berrinche, no quería ser un gato, quería volver a ser un hombre y regresar a su palacio y a su jardín. Aunque no se le concedió lo primero si se accedió a lo último, así que regresó como un gato rallado, gris, con el pecho blanco como la nieve.

No es que eso fuera mucho consuelo, pero tuvo que conformarse. Con lo que no contaba era que su empleo ya estaba ocupado por otro vigilante al que tampoco le gustaban los gatos; y si bien no los maltrataba, tampoco les dejaba colarse al jardín. Así que el pobre se acomodó al lado de la puerta con la esperanza, al menos, de poder atisbar un pedacito de parterre, olisquear el aroma fresco de los árboles o escuchar el piar bullicioso de los pájaros cada vez que alguien abría la puerta. Pasó tanto tiempo en ese lugar que llegó a hacerse famoso. Nadie sabía por qué permanecía acurrucado junto al portón, era un misterio, pero su presencia no pasó desapercibida para los visitantes que acabaron por llamarle “el guardián de la puerta”. Y allí sigue todavía esperando el momento de poder colarse y disfrutar de aquel lugar que recuerda como maravilloso.

Nota: Gracias a Senior Citizen que me regaló la fotografía que inspiró este pequeño relato.

domingo, noviembre 14, 2010

Volar


El hombre desde siempre es un inconformista y como tal, siempre desea aquello que no tiene o no puede hacer. Fue creado para caminar sobre la tierra pero envidioso él de la libertad que parecían tener las aves, quiso volar.

Observando a los pájaros creyó que era fácil lograrlo, al fin y al cabo sólo era cosa de colocarse unas alas y mover los brazos arriba y abajo con energía y para darle un poco más de impulso tal vez tirarse desde lo alto de una montaña para despegar con más facilidad. No se si empezaron primero los ensayos o primero las leyendas para ir preparando el terreno hacia ese vuelo soñado, pero conocida es la leyenda de Dédalo e Ícaro.

Como todos recordareis ambos estaban prisioneros en la isla de Minos y la única forma que tenían de escapar era por el aire, así que ni cortos ni perezosos se construyeron unas alas con cera recubierta con plumas y ¡Hala! a volar, pero Ícaro en contra de los consejos de su padre, fue imprudente y voló demasiado alto acercándose tanto al sol que el calor de este derritió la cera de sus alas y perdidas estas, adiós vuelo, cayó al mar perdiendo la vida y de batacazos de estos está llena la historia de los vuelos tanto real como ficticia.

Aparte de las leyendas existieron personas reales con esa inquietud de elevarse por los aires como por ejemplo Arquitas, contemporáneo de Platón y personaje de esos de la antigüedad que sabía de todo, era filósofo, matemático, astrónomo, estadista ...., que creó un artilugio con alas con el que quiso volar pero sin éxito.

Inquietudes tuvo también Leonardo da Vinci, aunque creo que él sólo hizo estudios para unos cuantos inventos pero nunca intentó probarlos y creo que acertadamente pues una cosa es dibujar y otra subirse a esos inventos que muchas veces sólo llevan al coscorrón seguro, como ese tornillo aéreo que se puede ver en el dibujo y que se le considera precursor de helicóptero, que al parecer sólo hubiera logrado girar sobre si mismo como una peonza.

A pesar de los muchos fracasos y batacazos, el hombre siguió empecinado en volar y así fueron surgiendo las distintas ideas y proyectos y en el siglo XVIII aparecieron los globos aerostáticos que subir, subían, pero no se podían controlar, vamos, que se dependía mas del viento que de la habilidad del tripulante. Esto quedó arreglado ya en el XIX al construirse los dirigibles.


Otros dos personajes muy conocidos en este asunto de volar son los hermanos Wright, Orbille y Wilbur, que puede decirse son los que abrieron la puerta a la aviación y que no sólo inventaron, también construyeron y pilotaron.


Todos estos personajes son muy conocidos por eso no me extiendo más en las explicaciones porque me gustaría hablar de otro que no creo sea tan conocido pero que también tiene su mérito. Me refiero a Diego Marín Aguilera.

Diego también soñó con volar. Nacido en el seno de una familia humilde en Coruña del Conde (Burgos) a edad muy temprana tuvo que hacerse cargo de la familia debido al fallecimiento de su padre. Como persona responsable atendió bien a sus obligaciones y aunque no tuviera muchos estudios era inteligente y emprendedor y tenía además una habilidad para inventar aparatos que facilitaran los trabajos propios y ajenos, era lo que se podía llamar un manitas, ideo un artilugio que mejoraba el funcionamiento del molino, que aún se conserva sobre el Arandilla, otro con destino a la máquina para batanes, otro para aserrar los mármoles de las canteras de Espejón y seguro que muchos más.

Pero sus inquietudes no se quedaron ahí, sintió la necesidad de volar como hacían las aves que surcaban el cielo y que él contemplaba mientras se dedicaba al pastoreo y llegó a un punto en el que decidió acometer la empresa. Estudió en profundidad las aves, el movimiento de las alas y de la cola, hizo un cálculo entre el peso y la longitud de las alas, y cuando los estudios sobre papel habían terminado se puso en contacto con el herrero del pueblo y con su ayuda preparó un armazón con articulaciones para las alas y le puso unos estribos para los pies. Después de años de trabajo preparatorio había llegado el momento de realizar su sueño, volar.

El 15 de Mayo de 1793 fue el día elegido para probar su invento. Acompañado de unos amigos subieron a la peña más alta y desde allí se lanzó al vacío aparentemente con éxito, pero uno de los pernos que sujetaban una de las alas se rompió y Diego fue a dar con sus huesos al otro lado del río, descubriendo quizás lo que luego se llamaría aterrizaje forzoso. Bien es verdad que no llegó al destino que se había marcado, pero también que tuvo la suerte de no dejar la vida en el intento.
Hay quien dice que los vecinos tomándolo por loco acabaron por quemar su invento, otros en cambio opinan que fue su familia la que temiendo que si repetía la experiencia el resultado fuera fatal, le hicieron prometer que no volvería a intentarlo. Al parecer, no conozco la causa, murió seis años después, quizás queriendo volar aunque sólo fuera en espíritu.

En 1993 para conmemorar el bicentenario del vuelo de Diego, el Ejército del Aire donó a Coruña del Conde un avión que fue colocado en el punto exacto desde donde se lazó Diego para realizar su sueño. Y cerca del arco de entrada a la localidad se erigió este monumento en recuerdo de la hazaña.


Los vuelos siguen y ahora creo que ya nadie se asombra de nada inventen lo que inventen y creo que lo último es este avión solar que ya fue probado con éxito, a saber que más veremos en tiempos venideros.



Nota: Menos la primera foto que es de mi propiedad, las demás fueron tomadas de Internet.

domingo, noviembre 07, 2010

Nuestra vida



Creo que nuestra propia vida es lo mas valioso que tenemos y por ello cuando se resiente por causa de alguna enfermedad, luchamos con uñas y dientes para recuperar la salud y alargarla lo más posible ya que sólo disponemos de una.

Gracias a los avances de la ciencia cada vez se encuentran más remedios para lograr esa prolongación de la vida cuando se creía que ya se estaba casi al final, y uno de estos avances es el trasplante de órganos que pueden sustituir, cada vez con más resultados positivos, a los que podamos tener dañados.

Pero ¿todo vale para conseguirlo? ¿es justo que para recuperar nuestra salud obliguemos de alguna manera a gente sana a donarnos parte de su cuerpo con riesgo de que ellos pierdan la suya? ¿es justo que por querer permanecer en este mundo quitemos la vida a otras personas?. Quizás os extrañen estas preguntas, pero me surgieron después de leer en la prensa lo que Jeremy Chapman, anterior presidente de The Tansplantation Society, sociedad que acaba de ser premiada con el Premio Príncipe de Asturias 2010 de la Cooperación Internacional junto con la Organización Nacional de Transplantes de España, relata sobre algunos casos que parecen increíbles como este que encabezaba el artículo de Pablo Álvarez en el periódico La Nueva España.

«Mañana no podré ir a diálisis porque matarán a tiros a mi donante y debo ir a trasplantarme»

al parecer este caso se produjo en China y puede que haya quien no lo crea pero yo empiezo a tener mis dudas de que cosas como esta no sean verdad, y si es verdad creo que el único trasplante que se merecía esa persona, el médico, el intermediario que consiguió el órgano y el pistolero era el de ir a la cárcel más cercana.

Desde hace un tiempo se vienen escuchando rumores sobre el negocio del tráfico de órganos, rumores que nos parece imposible que sean ciertos, pero todos sabemos que el dinero mueve montañas y no podemos ignorar que algunas personas por alargar su vida, o la de algún ser querido, cierran los ojos a lo que es justo y sólo los abren para ver lo que es bueno para ellos sin importarles de donde les viene ese órgano que tanto necesitan.

Como acabo de apuntar, el dinero atrapa a mucha gente, unos por que lo tienen y con él quieren comprar lo que necesitan y otros porque no lo tienen y venden lo que sea con tal de conseguirlo, así dicho parece lógico y no criticable, pero ¿qué pasa cuando esos órganos para los trasplantes no son cedidos de forma voluntaria? ¿qué pasa cuando los trasplantes de órganos se convierten en un negocio que da mucho dinero?, pues que aparecen los intermediarios, personas que no reparan ni en el enfermo que lo necesita ni en la persona que servirá de donante, sólo ven dinero, grandes cantidades de dinero, una buena parte para él y otra parte para comprar voluntades de personas que de alguna manera pueden colaborar con información o de cualquier otra manera para lograr conseguir lo que se pretende.

Al parecer existen pruebas de que en China a los condenados a muerte se les extraen órganos con su consentimiento o sin el y esto me lleva a preguntarme ¿si la venta de órganos da tanto dinero, no podrá suceder que aumentarán esas condenas a muerte?

Como dije antes, rumores hay desde hace tiempo de personas que desaparecen, niños incluidos, y que son utilizadas para extraerle esos órganos que luego se venden a buen precio, oficialmente pruebas al parece no hay, por lo que estas noticias se convierten en leyendas urbanas, pero conociendo la avaricia, la maldad y el egoísmo que reina en el mundo, soy sincera, a mi no me extrañaría nada que esas cosas sucedieran y que os conste que me encantaría equivocarme.


NOTA: Agradezco a Antoni Conejo Vila su permiso para poder publicar su dibujo en este artículo.